Aquellos que me conocen saben muy bien que odio a la gente. No se alarmen estimados lectores, a ustedes los amo porque son virtuales, mis complicaciones surgen cuando interactúo con personas por espacios prolongados de tiempos (3 horas bastan) o si me encuentro socializando en grupos grandes de individuos (entiéndase por grupos grandes más de 2 personas ).

Por lo anterior se podrán imaginar lo que sentí cuando nos invitaron a la fiesta de los 60 años de mi tío. Se preguntarán ustedes por qué simplemente no me quedé en mi casa como cualquier persona responsable de sus actos; les explico, mis papás son unos tipos geniales que tienen súper poderes para convertirse en una ladilla crónica al pronunciar las palabras mágicas "¿Pero qué van a pensar si no vas?". A modo de información, no me mantengo vivo gracias al riñón donado por un primo ni recibo una beca de parte de familiar alguno; por lo tanto no siento que haya un compromiso moral para asistir a esos eventos.

Además, el día jueves me lesioné la rodilla izquierda y estoy caminando como el mismísimo Dr. House, los buenos samaritanos deben compadecerse de los lisiados ¿no?. Si a mis papás les avergonzaba decir que tienen un hijo "especial" que odia las fiestas, podían dar eso como excusa sin estar mintiendo. Pero al final no hubo forma ni manera y llegué al bochinche arrastrando mi pierna muerta.

Después de esos párrafos introductorios procedo a comentarles los aspectos generales del evento.

• Aunque llegamos temprano ya casi todos los invitados se hallaban en el sitio. Tuve que pasar por el horrible trauma social de saludar.
• Como extensión del punto anterior, una tía al verme procedió a introducirme ante los presentes. Esto me puso en la difícil situación de intentar saber en milisegundos si la persona en cuestión realmente me estaba siendo presentada o si era alguien que yo ya conocía pero tenía 15 años sin verlo.
• Había una tipa de unos 20 años que estaba buenísima. Mi tía me la presentó como su nieta. En ese momento no logré concluir si existía algún parentesco entre ella y yo que me colocara en un dilema moral, por lo que opté por no quedarme en esa mesa. Aunque debo reconocer que fantaseaba con la idea de ver nuestra historia llevada al cine, representada de una forma sórdida y ambientada en la Paris del siglo XVIII.
• No me senté durante unas 3 horas. Hablé de política, beisbol y otros temas. Pueden estar orgullosos de mi.
• La rodilla mala al menos me salvó de bailar. Fue excelente idea ir con la rodillera puesta (por si les queda la duda, no, no la llevaba por encima del pantalón)
• ¿Tengo rematadísima mala suerte o en todas las fiestas ponen el pasodoble de "Que viva España"? También pusieron la Macarena y la de Boooomba.
• Ante la negativa de mis tíos de servirme Coca-Cola no me quedó más remedio que beber whisky con soda. Esto me colocó en la situación de poder decir, con conocimiento de causa, que no entiendo qué rayos le ve la gente a tomar whisky .
• Siete whiskys bastaron para que mi papá terminara hablando como Freddy Bernal (el gato Silvestre para quienes no sean venezolanos)
• Bailé el vals con mi tío cumpleañero (fíjense en la O, es masculino el sustantivo). Hay fotos de la vaina. Probablemente ya estén en internet .
• Un primo mi invitó a pasar varios días en la playa quedándonos a dormir en carpa. Yo odio dormir en cama ajena y cagar en el monte. Espero que se le olvide.
• Me salvé del karaoke. Pero hubo mariachi.
• Hubo hora loca.
• Dos primos no asistieron. Uno es un Marcel, de la otra no tengo idea.
• El trato con mis papás era estar en la casa a las 9:30 pm. Regresamos a la medianoche.
• Este post se me ocurrió en el lugar de los hechos cuando me senté. Odié más que nunca no tener papel. Una vez que agarré servilletas odié más que nunca no tener un bolígrafo.